La Novela de Genji I: Esplendor – Murasaki Shikibu

Nunca llegué a imaginar que la elección de un libro pudiese haber influido tanto mi ocio veraniego.

Los que me seguís, sabréis que éste no ha sido un verano cualquiera para mí, al menos en lo que a lectura respecta, ya que estos dos meses han sido entregados sin excepción alguna a la literatura japonesa.

Todo empezó cuando decidí participar con El Bosque Infinito (Annie Proulx, 2016) en el #Tochogate2017 de Cris. Pero un encuentro fortuito con la edición de Destino de La Novela de Genji lo cambió todo. Eran mediados de julio, mi cumpleaños merodeaba cerca y no tuve excusa para realizar un gasto que en otra ocasión hubiese tildado de excesivo.

La edición, cuidadísima, está dividida en dos tomos (Esplendor y Catástrofe, cada uno de ellos con más de 800 páginas), e incluye una aclaratoria y fascinante introducción (más notas) de Xavier Roca-Ferrer y un prólogo de Harold Bloom. Ahí es nada.

Ya hablé brevemente sobre mi elección en una entrada de presentación, por lo que no me repetiré en demasía introduciendo la obra.

La novela de Genji es considerada la primera novela moderna de la historia, en la cual se narran con precisión, lirismo y elegancia, las aventuras amorosas del príncipe resplandeciente Genji.

La obra que Lady Shikibu escribió a principios del siglo XI es también una novela de costumbres de la época, un retrato de la aristocracia Heian; una sociedad extremadamente jerarquizada, compleja y sofisticada. La aristocracia del periodo Heian es también una sociedad muy ajena para nosotros tanto en tiempo (diez siglos de diferencia) como de lugar (más de diez mil kilómetros nos separan).

Lo dicho, el marco histórico de La Novela de Genji es una sociedad de carácter sofisticado, culto y protocolario. Para la nobleza de entonces, el fin de su existencia era el disfrute de los placeres sociales y culturales disponibles. Dice Xavier Roca-Ferrer que “el cínico Oscar Wilde, qué solo daba importancia a la belleza inútil, se hubiese sentido como pez en el agua en Heian Kyo” (la ciudad donde transcurre la novela, actual Kyoto).

Era una sociedad tan refinada que la caligrafía de una mujer definía toda su personalidad, saber tocar el koto era una virtud enorme, la educación se reflejaba en el acierto (o desacierto) a la hora de regalar ropajes y los sentimientos más profundos eran comunicados en haikus.

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Kaguya-hime no Monogatari, Isao Takahata (Studio Ghibli, 2013)

Es por ello que toda la obra está repleta de poesía, el arte más noble. La escala social de entonces podía variar según el ingenio que mostraban a la hora de componer versos.

Por eso en la novela además de mostrar una comunicación constante en verso entre los diferentes personajes, éstos son valorados en originalidad, profundidad, pasión o sinceridad influyendo en el devenir sentimental de los participantes de la interacción.

Como muchos lectores ya habréis intuido, La Novela de Genji supone un esfuerzo por nuestra parte, ya que nuestra mirada moderna y occidental despertará gran perplejidad en muchas de las partes de la narración, haciéndonos malinterpretar muchas de las situaciones o pensamientos que transcurren en toda la obra.

Ante la extrañeza despertada por nuestra ignorancia sobre sus normas sociales, podremos tomar dos caminos: mantenernos estoicos ante el desconcierto y pasar las páginas con frialdad e incluso cierta incomodidad, o empaparnos de ese mundo desconocido, aparcar nuestros prejuicios y valorar la obra en su contexto.

En caso de tomar esa opción, las consecuencias son obvias: el disfrute de cada palabra escrita, la fascinación por los diferentes y complejos personajes (muchos más de 100) que protagonizan la obra y el deleite ante la profunda narración de Shikibu, la cual danza entre la ironía y el drama, la crónica y la farsa, el humor y la reflexión… con una delicadeza de la que toda prosa japonesa posterior es deudora.

También es merecedor de todo elogio el talento de Murasaki para hacer que el lector entre en la atmósfera del relato, una vez se supere el shock inicial. Todo gracias al esmero de la autora a la hora de detallar cualquier aspecto de la novela: la psicología de los personajes, el vestuario, las distintas ceremonias, la escenografía (tanto natural como palaciega), etc, etc, etc. Un análisis exhaustivo que nos sumerge en la historia.

Murasaki Shikibu es sin duda alguna una de las mejores observadoras en la historia de la literatura. Una retratista que no deja escapar matiz alguno.

De ahí la complejidad de casi todos los personajes. Más adelante hablaremos de lo interpretable que es la obra, pero no son pocas las voces que destacan (entre ellos las del propio Harold Bloom) que Murasaki se adelantó nueve siglos a Freud en adivinar que nuestra construcción personal del erotismo es una formación sustitutiva de afectos anteriores. O que al menos, nuestra conducta también es fruto de frustraciones infantiles.

No es descabellado pensar que el príncipe Genji, quien perdió a su madre a los tres años, busca en todas sus amantes el reemplazo de esa ausencia.

Lo que resulta innegable es que la fuerza de esta mastodóntica obra maestra reside en sus mujeres. La novela de Genji es en realidad una novela sobre las mujeres que rodean a nuestro príncipe. Genji, protagonista e hilo conductor de la narración, irá conociendo un abanico de mujeres que a cualquier ávido lector se le harán familiares, ya que entre las páginas de la novela nos espera media humanidad.

Ya que resulta imposible mejorar las palabras de Keiko Sukagawa, las cuales están incluidas en la edición de Destino, os las presento a continuación:

(Extracto de “Un paseo occidental por las mujeres de Genji”, 2005)

“[…] ¿Buscáis un espíritu virtuoso y noble, atormentado por un único “pecado de amor que es incapaz de perdonarse, como la princesa de Cléves de Madame de Lafayette? Fijaos en en Fujitsubo, esposa del emperador padre de Genji, al que, en un momento de debilidad, engaña con su hijastro. ¿Preferís las madames Potiphar, mujeres maduras a las que encanta encargarse de la educación sexual de sus jovencitos? En las páginas de Genji os espera la culta, apasionadísima y experta viuda Rokujo, que se ocupa de instruir al tierno protagonista, siete años más joven que ella, en el ars amandi nipón, suponiendo que exista tal cosa. Luego, cuando el alumno supere a la profesora, y llegue la hora fatal de los desvíos, Rokujo se convertirá en una vengativa Madame de Rénal o en una Medea de pies a cabeza, que hará pagar con la vida a las que le han robado a su ya insustituible garçon sin necesidad de guillotinas ni de mantos inflamables.

 

¿Adoráis las putillas sentimentales y de buen corazón, condenadas por el destino insensible (y un novelista más insensible aún) a una muerte prematura en brazos de su amante como Margarita Gautier, Natalia Filipovna, Mimí o la Fortunata del español Pérez Galdós? La desgraciada Yugao es la versión nipona de esas entrañables mariposas nocturnas que tanto han hecho llorar a los espíritus soñadores. Por contraste, la grotesca Naishi, vieja sabihonda, libidinosa y gárrula, a medio camino entre Falstaff y Ninon de Lenclos, evocará forzosamente en el lector occidental la desmesura de algunos personajes de Chaucer o del mismo Shakespeare.

 

¿Qué hombre no ha soñado al leer Guerra y Paz, Ana Karenina u Orgullo y Prejuicio, con hallar una compañera perfecta y “para toda la vida” como las adorables Natasha Rostova, Kitty Levin o Elizabeth Bennet? Cuando lea el Genji, se enamorará fatalmente de Murasaki, la niña que se convierte en mujer al lado del protagonista, y que es epítome de gracias, saberes y virtudes femeninas. Curiosamente, los inicios de la relación entre ambos recuerdan mucho a la Lolita de Nabokov, pero con una “nínfula” de mucha más categoría que las que imaginó el ruso americanizado, capaz de convertirse en cuatro o cinco años en una espléndida mariposa.

 

Examinarlas una a una sería el cuento de nunca acabar. La indecisa Utsusemi, que desea “nadar y guardar ropa” es un personaje de Stendhal. La pobre Hanachirusato, tan llena de frustraciones que sabe llevar con ejemplar dignidad, parece salida de la pluma de George Elliot o de Virginia Wolf. La fea y patética Suetsumuhana, vestida con kimonos harapientos y encerrada en el pasado dentro de un palacio cochambroso, podría ser una creación del Dickens de Grandes Esperanzas. Makibashira, la esposa loca del general Higekuro, es juntamente con su imponente marido, una versión avant la lettre del matrimonio Rochester, de la popular Jane Eyre. La locuaz Omi, uno de los grandes hallazgos del libro, es una cenicienta cómica, que hace olvidar, con sus desternillantes intervenciones, las penas de la huérfana de Perrault y sirve para rebajar tensión del relato cuando conviene a la autora, como los mejores bufones shakesperianos.

 

¿Y qué decir de la belle dame sans merci Tamakazura, al igual que Salomé, seductora de su padre adoptivo, la femme fatal del Genji, a la vez victime et bourreau, calientapijos a ratos e inalcanzable objeto de deseo de casi todos siempre? Tamakazura es puro Marivaux: la hermosa coqueta que no sabe lo que quiere, ni si realmente lo quiere o cómo lo quiere. En cuanto a la llorona Quinta Princesa, una solterona que pasa la vida quejándose, está a medio camino entre la Falsa Tortuga Marina de Lewis Carroll y la hipocondríaca Miss Crawley de La feria de las vanidades, de Thackeray. La depresiva y déclasée “dama de Akashi” podría aparecer con empaque de protagonista en cualquier melodrama del deep south de Faulkner o de Tennessee Williams… ¿Para qué seguir? […]

En mi lectura no he establecido tantas correspondencias como en este artículo se nos presentan – ¡ni mucho menos! –  pero sí que es cierto que mi perspectiva occidental me ha hecho ver reminiscencias de muchos de los grandes personajes de la literatura europea, para después recordar que la novela de Genji fue escrita siglos antes. Casi siempre con las mujeres, las verdaderas estrellas del relato.

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Murasaki Shikibu: Genji monogatari, Gisaburo Sugii (Asahi Shimbunsha, 1987)

La actitud de Genji con las mujeres, la cual puede resultar despreciable e incluso repulsiva en ocasiones para nuestros ojos, merece matizarse ya que no estamos ante el típico Don Juan, cliché que tanto protagonismo ha tenido durante la historia de Occidente.

En palabras de Roca-Ferrer, Genji es más «una víctima de su inagotable fascinación por las mujeres que un verdugo implacable de corazones femeninos», a pesar de que sus liaisons siempre le dejan cierto sabor amargo.

Pero siempre es el amor el sentimiento que se despierta en Genji, un amor que puede quedarse en un  simple tonteo, convertirse en compasión o incluso evolucionar hacia una bonita amistad.

M. Segarra define muy bien las aventuras amorosas de nuestro príncipe resplandeciente, las cuales según él “en apariencia parecen las de un Don Juan, ya que están marcadas por la inconsistencia, pero que se diferencia del seductor clásico occidental, ya que Genji aprecia todas y cada una de las mujeres que han pasado por su vida”, por ejemplo cobijándolas en su palacio cuando necesitan protección u ocupándose de sus necesidades ante ciertas calamidades sufridas.

Que Genji no abandone a sus amantes, que sea un hombre sincero en sentimientos, que no dude en llorar en público y abrir su corazón…  no significa que durante sus amoríos no muestre actitudes odiosas para el lector contemporáneo, pero ello no debe imposibilitar su debida comprensión y contextualización.

La profundidad de la obra es tal, que no hay unanimidad a la hora de interpretarla en su totalidad. Personalmente llego a intuir el budismo que se respira en ella. Leída por completo puede verse la historia de un mal karma y sus consecuencias hasta la anhelada iluminación del Bodhisattva. Pero es una teoría de tantas.

En cualquier caso, hablar sobre ello implicaría profundizar en la Catástrofe de Genji, es decir, en el segundo tomo de la novela; y prefiero reservarme algunas ideas para esa venidera segunda parte.

En lo que al Esplendor respecta, a pesar de vivir ciertos momentos de infortunio y una pequeña etapa de adversidad, nos encontraremos en el auge de la vida de Genji, el ascenso social de un príncipe amado y respetado.

A pesar del apogeo reinante durante las primeras 800 páginas de la obra, Murasaki nos deja leer entre líneas que estamos ante una vida perfecta a punto de dejar de serlo,  se prevé una futura caída que toma forma en las 800 páginas de Catástrofe.

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Antes de cerrar la entrada, me siento obligado a hablar del mono no aware. Siendo La novela de Genji la cima de la literatura japonesa e influencia indiscutible de toda prosa posterior, cómo no hablar de un concepto tan arraigado en la cultura nipona.

Mono no aware podría traducirse como la belleza desgarradora de las cosas frágiles o también como la compasión por lo efímero. Es algo difícil de describir pero que todo amante del arte japonés ha logrado captar alguna vez.

Por poner un ejemplo real, una de las pasiones de los japoneses es el hanami, es decir, observar el florecimiento de los cerezos. Apreciarlo es un placer para ellos porque las flores del cerezo son muy bellas y delicadas, pero también porque sienten cierta tristeza o melancolía ante su fugacidad, conscientes de lo efímeras que son; de lo pronto que se marchitan.

Esa mezcla de sentimientos tan vinculada a las artes niponas también suele ser explicada con una de las escenas emblemáticas de la novela, en la cual Genji se mira en el espejo, y a pesar de ver a un hombre tremendamente atractivo, también se compadece porque su reflejo le invita a reflexionar sobre el paso del tiempo.

Este concepto tan precioso está presente en la misma escritura de Murasaki Shikibu, quien con un talento sin igual mantiene la precisión de su pluma en esos matices, tanto a la hora de describir los sentimientos de un personaje secundario como cuando detalla las características principales de una ceremonia tradicional. Murasaki mantiene el pulso del mono no aware en cualquier situación.

En los últimos párrafos siempre toca hablar sobre si la obra merece ser leída o no, pero a estas alturas sabréis que tan manida cuestión no tiene lugar en este caso.

La Novela de Genji es el preludio de toda literatura universal posterior, una obra majestuosa con un conocimiento del alma humana sin igual, recogiendo tanto su esencia trágica como su escapismo cómico. Un retrato detalladísimo de una época y un lugar, con sus luces y sus sombras, en el que todo cabe: erotismo, intrigas palaciegas, aventuras amorosas, traiciones…

Pero si sobre algo nos habla la sabia Murasaki, es sobre el deseo, sentimiento universal donde los haya, anhelo nunca satisfecho y ansia jamás apaciguada. La novela de Genji nos recuerda que no hay auge sin caída, ni luz sin sombra o amor sin dolor. Murasaki nos enseña a ver la belleza hasta en la decadencia más cruel, porque no hay nada más hermoso que lo que sabemos efímero.

Editado por: Destino, colección Áncora y Delfín
Nueva versión, comentarios y notas: Xavier Roca-Ferrer
Páginas:  821 (Esplendor, el primer tomo)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

10 Comments

  1. ¡Menuda «vuelta al cole» por la puerta grande compañero!^^
    Desde que hablaste, en tu anterior entrada, de esta novela, (ya ahí me pusiste el hype por las nubes), he intentado conseguir este libro y me ha resultado imposible! (Sigo buscando que conste, es tocho, japonés y habla de una época totalmente desconocida para mí ¿hola paraíso?)

    ¿No te ha recordado un poco a The Handmaiden de Chan-Wook Park? No he podido evitarlo, me ha venido a la cabeza, cuando mencionas las costumbres, tradiciones, los haikus… y sobre todo al ver la ilustración de Isao Takahata (preciosa, dicho sea de paso). Veo mucha poesía en este libro..

    Con independencia de las partes más críticas (desde nuestro punto de vista, probablemente son difíciles de entender, como bien dices), creo que es una historia que se disfruta de principio a fin e incluso sacar varias lecturas, dependiendo de la persona que lo lea, y ese debate promete xDD

    Como buena fan de la cultura japonesa, he seguido tu inmersión veraniega muy atenta, de hecho, no sé si te comenté que vi la película «Cuentos de Tokio», me maravilló completamente, apunté otras dos películas (Primavera tardía y El comienzo del verano) por recomendación de una amiga y aún tengo que verlas, pero Ozu se ha ido a favoritos al minuto uno. «La tumba de las luciérnagas», aún no la vi, lloro con el tráiler, no te digo más, así que me estoy mentalizando jejeje.

    Por lo demás, ¡me encanta que estés de vuelta John! *saca los tocho pompones para la ocasión* La entrada es una auténtica pasada, con todos esos detalles que hacen que mis ganas por empezar con Shikibu, aumenten. ¡Esperando con ansia esa Catástrofe de Genji, presiento que tendrá mucho que contar…

    ¡Un besazo!^_^

    PD: Para un tocho libro y una tocho entrada, tocho comentario xDDD

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    1. Aix Eibi, sólo por tus comentarios ya merecen las penurias de escribir una entrada así. Qué mejor que recibimientos como el tuyo. Muchísimas gracias, de verdad. Das fuerza, jajaja.

      Te invito a que sigas buscando, será todo un honor para mí compartir opiniones sobre una obra tan inabarcable como ésta. A mí me ha cambiado muchísimo, he aprendido un montón y me ha empujado a sumergirme por completo en las artes niponas descubriendo no sólo a escritores que a día de hoy para mí son top, sino también pintores, músicos y cineastas. Qué te voy a contar…

      Sobre lo de The Handmaiden, sinceramente no veo demasiadas similitudes, y eso que me gusta mucho Chan-wook Park; pero su cine no desprende esa delicadeza tan presente en esta obra.

      El Genji en ocasiones parece un teatro de porcelana, lo lees con sumo cuidado para no romper nada, jajaja. The Handmaiden en cambio es una obra de muchos más contrastes. Sí es bella, pero también perversa, rozando el sadismo. La novela de Genji, trate el tema que trate, siempre lo hace con delicadeza suma, no hay provocación. No al menos buscada por el autor.

      Aun así, entiendo tu pregunta, sobre todo por las costumbres de la época, el trasfondo literaria que tiene la película… pero son aspectos que guardan cierta similitud en lo superficial. En tono, sus cimientos… poco tienen que ver.

      Como bien dices, es una novela compleja, sobre todo para nosotros, lo que hace muy difícil interpretar con acierto todo lo que abarca, pero ese hecho no impide el disfrute del lector. Es normal que a nosotros se nos escapen muchas cosas, pero la introducción de Xavier Roca-Ferrer ayuda muchísimo; y además las notas a pie de página tiene una presencia brutal, aspecto que agradezco muchísimo en obras como ésta, jajaja.

      Sí recuerdo que compartimos opinión (vía twitter creo recordar) sobre los Cuentos de Tokyo de Ozu, cineasta que a día de hoy se encuentra entre mis favoritos; junto a Mizoguchi, otro descubrimiento veraniego TOP.

      Y sobre La tumba de las luciérnagas ya hablaremos en cuanto la veas (¡avísame!). Entiendo que en Studio Ghibli la sombra de Miyazaki sea alargada, pero Takahata se merece un altar por sus dos obras maestras: La tumba de las luciérnagas y El cuento de la princesa Kaguya, que por cierto, es un cuento clásico que se nombra en el Genji.

      A mí también me alegra volver, y más con recibimientos como el tuyo. Te prometo que no habrá que esperar otros dos meses para la siguiente entrada. Es más, te adelanto personalmente (guiño, guiño) que a comienzos de septiembre publicaré una sobre Junichirō Tanizaki, otro gran descubrimiento de mi verano japonés.

      ¡Besazos Eibi!

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  2. Te llevas la estrellita especial de Tochogater del verano, ¡así me gusta!

    Me alegro de que estés disfrutando con tu verano japonés, creo que es el momento ideal para perderse en este tipo de proyectos personales. Tengo muchísimas ganas de leer esta novela, aunque tal vez me anime antes con algo de la literatura oriental clásica que tengo pendiente por casa. Creo que tengo que educar un poco mi gusto para poder apreciar más una obra tan antigua.

    Me ha gustado mucho lo que comentas sobre la fugacidad y el paso del tiempo, creo que son elementos que iba a disfrutar. Me recuerda a Kawabata, que si no me equivoco, también te gustaba, ¿verdad? Yo es el único que controlo un poquito más y que me encanta. Tengo que seguir aprendiendo.

    Me quedo con ganas de leer más sobre esa segunda parte 🙂
    ¡Un beso!

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    1. La verdad es que este proyecto personal me ha dado más alegrías de las que intuía. Tenía miedo de echar de menos otro tipo de literatura, pero ha sido una etapa muy satisfactoria.

      Ya me contarás cuando te animes con este gran clásico. Si aceptas mi consejo, el día que quieras profundizar en la literatura oriental echa un ojo a la colección de “Maestros de la literatura Japonesa», de la editorial Satori. Está repleta de obras que pueden servirte para empaparte de la literatura oriental y poder embarcarte en la travesía que acaba siendo la lectura de La Novela de Genji.

      Y muy buen ojo el tuyo cuando has vinculado la fugacidad del tiempo con Kawabata. He descubierto a muchos autores del País del Sol Naciente este verano, pero de momento Kawabata es el escritor que más se acerca a lo que busco cuando leo literatura oriental. Después de haber profundizado en su obra (probablemente sea el autor del que más libros he leído este verano), se ha convertido en uno de mis escritores favoritos.

      De momento, tengo en la recámara una entrada sobre Tanizaki y otra para cerrar mi verano japonés. La segunda parte llegará a su tiempo, pero al ser una obra tan mayúscula, necesito un paréntesis antes de seguir hablando de ella.

      Pero habrá segunda parte, por supuesto.

      ¡Un besazo Cris! Gracias por pasarte por aquí y por “empujarnos” a odiseas tan fascinantes como ésta.

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  3. Impresionante entrada, John. Escribir una reseña sobre esta monumental, compleja y maravillosa obra de arte es dificilísimo pero leyéndote a ti lo has hecho tan accesible y bello que no puedo menos que decirte: ¡toma ya! Leí esta obra hace unos quince años y aun recuerdo de ella la cantidad de personajes que aparecían, la cara de póker que ponía ante algunas escenas (como bien señalas, el choque cultural es tremendo para nosotros) pero, sobre todo, su gran belleza y sensibilidad. Si no fuera porque mi lista de pendientes está ahora desbordada me plantearía releerla por todo lo que tú señalas. Recuerdo que en su momento leí que la mejor obra de la literatura universal no era el Quijote (sin desdeñarla en absoluto) sino esta historia escrita por una mujer hace más de diez siglos, atemporal, universal y adelantada a su tiempo.
    Espero con muchas ganas tu segunda parte de la reseña. ¡Menudo currazo!
    Un abrazo.

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    1. No sabes lo que me animan tus palabras. Los quebraderos de cabeza que me surgen cuando decido hablar sobre una obra tan mayúscula son horribles. Siempre arranco con ilusión, pero cuando termino el primer borrador y empiezo a darle forma a esas ideas lo paso fatal.

      Una vez terminada la entrada, la sensación es de alivio y cierto temor, porque el texto ha dado tantas vueltas en mi cabeza que pierdo toda confianza en mi juicio.

      Es por eso que comentarios como los tuyos valen oro, son una invitación a seguir intentándolo con obras de este calibre.

      Como bien dices, La Novela de Genji exige una aceptación de normas culturales que pueden chocar mucho con nuestros principios; pero una vez estás dentro, buah, una experiencia inolvidable.

      De nuevo, mil gracias por pasarte por aquí.

      ¡Besazo!

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  4. No creo que pueda escribir un comentario a la altura de la entrada, y no digamos ya a la del libro. Así que solo te diré que me ha gustado y despertado mi curiosidad por un país por el que mi corazón se muestra insensible.
    Alberto Mrteh (El zoco del escriba)

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