La Muerte del Padre – Karl Ove Knausgård

De entre las miles de formas posibles que se me ocurren para haceros perder el tiempo, una de las más estúpidas sería la de teneros leyendo una larguísima introducción sobre la archiconocida saga autobiográfica Mi Lucha, de Knausgård. Si existe algún ser que aún no conoce este fenómeno literario dispone de una gran multitud de fuentes para informarse.

Por lo tanto, en esta entrada me centraré en la primera entrega de la colección, La Muerte del Padre, la única que he leído de momento, pese a que muy probablemente acabe leyendo todas… poco a poco.

El propio título de la obra nos adelanta mucho sobre lo que Karl Ove Knausgård tratará durante las casi quinientas páginas de la novela: la relación y pérdida de su progenitor y cómo todo eso ha influido en su persona.

Salvando las insalvables distancias, me toca hablar de Marcel Proust, admiradísimo escritor tanto por parte de Knausgård como para el que esta reseña escribe. El noruego ni siquiera intenta disimular su intención de crear su propio En busca del tiempo perdido y solo aguanta hasta la página 26 sin nombrarlo. Por tanto no creo equivocado definir la obra como proustiana, ya que como en la obra maestra del francés, en La Muerte del Padre, la prosa de Knausgård fluctúa de forma anticronológica, saltando entre reflexiones y anécdotas que se alargan y entremezclan, en un vaivén narrativo que imita el funcionamiento de la memoria.

Pero intentar profundizar más en el carácter proustiano de su obra solo serviría para perjuicio de Knausgård. Sí, como en la obra maestra del francés, aquí también está ese espíritu digresivo, las reflexiones sobre los grandes temas de la vida (el amor, la muerte, la familia, la amistad, etc.), las evocaciones a la confusión e hipersensibilidad adolescente… pero sin el talento literario de Proust. Tampoco creo que esto sea un defecto destacable, ¿quien está a la altura de Proust?

Pero dejemos de lado tan injusta comparación, de la cual solo me he servido para resaltar algunas de las características que comparten Mi Lucha y En busca del tiempo perdido.

En La Muerte del Padre (e imagino que también en las obras posteriores) Knausgård narra sus vivencias personales con un detalle microscópico, dotando así a la obra de la honestidad, intensidad y ausencia de intimidad por las cuales se ha convertido en toda una estrella de rock del mundo literario.

Pese a lo anárquico de su prosa, en la cual el noruego intercala anécdotas espeluznantes, dramáticas, reflexivas y hasta alguna que otra divertida con reflexiones sobre la vida  (y todo lo que en ella cabe), logra un ritmo narrativo que funciona en casi la totalidad de la novela; y cuando no lo hace me da igual, ya que como bien dijo James Wood sobre leer a Knausgård incluso cuando estaba aburrido, estaba interesado.

Entre los episodios destacan aquellos en los que Knausgård viaja a su adolescencia y muestra lo suficiente como para que el lector intuya que esas vivencias influyeron en la construcción de su yo adulto: un concierto con su grupo de heavy metal en un centro comercial donde la rebeldía y el “ombliguismo” adolescente se enfrentan al fracaso más absoluto, los primeros besos y caricias fruto del deseo y la curiosidad de la juventud, fiestas de fin de año en las que el lector empieza a conocer la relación del noruego con el alcohol, etc.

Pero sobre todo me ha gustado el tramo final en el que Knausgård y su hermano intentan -sin éxito- limpiar la presencia de la muerte, para acabar comprendiendo dicha imposibilidad; ya que la muerte está en todas partes, acechando, recordándonos su existencia, su poder, su caza infalible.

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En esta primera entrega Knausgård también empieza a mostrar su obsesión por ser escritor, desnudando de forma honesta su ego y su autocomplacencia. Por ejemplo, el noruego dice haber leído a Kristeva en su juventud no sólo por el placer de leerla (reconoce no haber comprendido mucho de lo leído en aquel entonces) sino por el disfrute de verse a sí mismo leyendo a Kristeva. Por lo visto, el hoy llamado postureo o el deseo de proyectar una imagen que satisfaga a los demás más allá de lo que seamos realmente no es un invento de los millenials.

Y en esa búsqueda de la trascendencia artística, ¿qué es la muerte sino el miedo más atroz, la verdad más absoluta y la realidad más cruel? Knausgård consciente de todo lo que la muerte implica a nivel existencial, en esta primera entrega se dedica a compartir su visión sobre ella.

Si hace tres párrafos hablaba sobre el sublime tramo final de la obra, el arranque merece los mismos elogios. Sin preámbulo alguno, Knausgård nos presenta a la muerte no como un enigma existencial y metafísico, sino como una realidad física, palpable, visible. La reflexión que abre toda la saga nos presenta una muerte indiscutible, donde la sangre deja de fluir, el corazón se detiene, la piel emblanquece y se enfría y el cuerpo enrigidece; un cúmulo de procesos que sumados acaban resultando en una descomposición física, es decir, nuestro final como simple putrefacción de la materia orgánica.

Líneas después de mostrar algo que todos sabemos pero siempre pretendemos ignorar, Knausgård se pregunta el porqué de esa evasión. ¿Por qué pretendemos evitar lo inevitable? ¿Por qué es tabú la verdad más absoluta? Por qué ese miedo a hablar sobre la muerte, esa necesidad de tapar los cadáveres lo antes posible? ¿Por qué querer negar lo más innegable que tenemos?

Pese a esa presentación tan fría, física y racional, La Muerte del Padre es una obra muy sentimental, donde el autor de una forma catártica pero también autodestructiva muestra sus preocupaciones afectivas y existenciales. Una búsqueda de uno mismo en la que no se maquilla un ápice la complejidad que implica tal camino.

En esa complejidad en la que todo cabe hay sentimientos de vulnerabilidad, aburrimiento, vergüenza, (auto)compasión, miedo y amor. Y ahí radica la mayor virtud de la obra, la cual invita a reflexiones más profundas que la pregunta ética sobre si es  o no moralmente aceptable apropiarse de vidas ajenas con fines literarios.

La Muerte del Padre es un ejercicio de exploración del yo moderno, un intento de racionalizar la irremediable contradicción de reconciliarse con uno mismo de forma honesta y simultáneamente reconocer (y alimentar) esa necesidad de proyectar una imagen que logre la aceptación de los demás.

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Proust decía que el sufrimiento se sana cuando se experimenta a fondo ya que así logramos soportarlo plenamente. Desconozco si la lucha de Knausgård tiene ese propósito, pero de ser el caso, la primera entrega de Mi Lucha es un buen inicio para ello.

La Muerte del Padre nos recuerda que es la muerte quien da forma y sentido a la vida finita, revalorizando así cada momento vivido y cada recuerdo guardado; pero también es la muerte quien se burla de nuestra existencia, cuyo único fin es la propia muerte. Y en esa contradicción Knausgard hace un análisis exhaustivo de su relación con su padre y con la muerte, dos figuras que cuando se unieron suscitaron este proyecto literario que despierta nuestro yo más fisgón, y nos predispone a hurgar en los trapos sucios ajenos, pero cuya indagación nos incitará también a explorar después los propios.

 

Editado por: Anagrama
Traducción: Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo
Páginas499
Reseña escrita mientras escuchaba: Earth – Angels of Darkness, Demons of Light (Part I & II)

 

 

 

 

 

 

9 Comments

  1. ¡Qué foto de portada! Es como si fuera él quién nos cuenta la review del libro jeje…
    En cuanto al libro, confieso que Ove me trae un poco loca.
    Ya te comenté que había cogido un ejemplar en mi última visita a la biblioteca. Por lo general siempre leo antes un poquito del principio, por hacerme una idea del estilo y la verdad que me gustó y me llamó un montón. Pero, entre el bloqueo lector de estas últimas semanas y esos momentos intensos de esta lectura…, ahí lo tengo ni con un cuarto leído y con el plazo de préstamo a punto de expirar…. Iba a devolverlo y cogerlo en otro momento pero es que cada vez que me hablas de él y ahora con la reseñaza esta que te has marcado (cada vez te superas más, querido John), pues me da un poco de lástima no darle otra oportunidad.

    De Proust no he leído nada así que no puedo comparar. El caso es que estos libros más introspectivos siempre me llaman, es una forma distinta de biografías, igual más cercanas al lector (tal vez por eso este autor haya conseguido tanto boom), que hace que se identifique, sino en todos, sí en algunos momentos con las experiencias del autor. Además esa búsqueda del yo vital, siempre es algo con gancho y a mí me gusta especialmente ¿quién no está o ha estado en ese proceso en algún momento?
    Creo que lo único que me tira hacia atrás, de esta lectura, sería el momento lector y que me resulte denso en algunos momentos… no sé, tal vez la curiosidad lectora pueda más y acabe sucumbiendo a este rockero literario 😉

    Es genial leerte, John ^^
    ¡Un besote!

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    1. Suelo perder bastante tiempo eligiendo la imagen que encabezará la reseña, por lo tanto te agradezco mucho que te hayas fijado en ella.

      En cuanto a cuándo leer a Ove, encuéntrale su tiempo sin agobios. No creo que sea una lectura muy densa, pero sí una que requiere su momento; cuando creas que ha llegado, a por él. Será por lecturas pendientes, ¿verdad? Jajaja.

      Entre la lectura de Knausgard y la correspondencia entre Proust y Rivière que estoy leyendo ahora (y ya he caído rendido), veo muy probable una relectura de “En busca del tiempo perdido” a comienzos de 2018. Por si te animas a una lectura conjunta, digo. 😉

      En cualquier caso, Proust y Knausgard son diferentes en una cosa vital, lo que hace que muchas de las comparaciones que he leído estén fuera de lugar, a mi modo de ver claro:

      ‘En busca del tiempo perdido’ es una historia en la que la presencia del narrador es anecdótica, la observación del francés se dirige hacia los demás, hay opiniones contradictorias, es una narración en la que se habla del amor, la muerte, la adolescencia… pero desde multitud de miradas.

      En ‘La Muerte del Padre’ en cambio la presencia del “yo-autor” es inmensa; una introspección muy notoria, donde su pensamiento empapa cada página del libro. Diría que en ese aspecto son dos estilos totalmente opuestos.

      Disculpa la chapa eh, pero es que me ha parecido oportuno hacer esa aclaración, pese a que entiendo e incluso comparto el definir como proustiano el proyecto literario de “Mi Lucha”.

      A mí es un libro que en varios momentos me ha invitado a pensar en cosas muy personales, y se lo agradezco a pesar de que no siempre sea un proceso agradable.

      El día que sucumbas ante el rockstar noruego me avisas, te estaré esperando.

      Y como siempre Eibi, fiel lectora, mil gracias por tus siempre amables palabras. Tus comentarios sobre mis reseñas facilitan ese proceso introspectivo que todos realizamos a veces. Embelleces mi espejo.

      ¡Un beso!

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  2. ¡Hola, John!
    Suelo cumplir con la rutina de leer tus entradas casi a la vez que las publicas. Y luego paso por aquí a ver si puedo aportar algo. El problema, John, es que a quienes pasamos por aquí nos lo pones muy muy difícil cuando haces publicaciones como estas. A mí me intimida y acompleja leer algo así (y también estoy con Ani/eibi82, la estética, la elección de las fotografías es fantástica) y pensar que puedo aportar algo más que un simple: me has convencido.
    Karl Ove, todo un fenómeno editorial y generador de noticias (he llegado incluso a leer en alguna parte algo así como que atraía a las lectoras femeninas por su atractivo *.* ) también me deslumbró a mí. Pero siempre he tenido la duda de si, en realidad, todo su éxito era o no producto del marketing. Sí puedo decir que he hojeado sus libros y he leído párrafos… y me lo he querido llevar a casa. Pero me asaltaba la duda (y la pereza) de empezar una serie por la que perdiera el interés (seis novelas hablando de sí mismo no me parece algo para tomarse a la ligera).
    Así que cuando vi que te habías animado y hablabas de tu experiencia con la novela, me entró muchísima curiosidad y ahora, después de leerte, no queda otra que ponerse con este primer libro y hacerme mi propia idea.
    «Cómo comportarse en la multitud» está en mi estantería por culpa/gracias a tu reseña. Y ahora, «La muerte del padre» ha pasado a mi lista.
    Lo digo solo para que te hagas una idea del efecto que tienen tus entradas (y también acomplejan, insisto, y es la única explicación que veo a que no haya más gente que se atreva a dejarte comentarios… hoy me ha pillado valiente).
    Una maravilla lo que haces en esta, tu casa. De veras que sí.

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    1. ¡Bienvenida Lidia!

      Aunque comprendo el halago que esconde, por favor no me digas que intimida comentar mis entradas, es algo que agradezco mucho y toda opinión la enriquece, de veras. Por supuesto que aportas, y mucho además.

      Creo que somos muchos los que sufrimos un proceso de vacilación antes de leer a Knausgard. Es lo que tiene el ser un fenómeno editorial, que despiertas tanto curiosidad como cierta desconfianza.

      Obviamente, gran parte de su éxito se debe al marketing, pero él también ha sabido construir una obra que genere ese interés del público mediante la controversia que despierta aun hoy la ausencia de intimidad que su obra posee.

      Pero quería dejar todo eso de lado y centrarme en la obra, y la verdad es que su lectura ha sido una experiencia agradable. Me siento lejos tanto de las críticas (demasiado) entusiastas que lo han situado junto a Mann o Proust, pero también discrepo con aquellos que menosprecian su proyecto, tildándolo de mediocre. Personalmente te recomiendo su lectura, y así además podrás construir tu propia opinión, lejos del mundanal ruido.

      Me alegra enormemente que tengas en consideración mi opinión a la hora de elegir lecturas, aún recuerdo con cariño a la familia Mazal, por favor no dudes en compartir en tu blog tu opinión sobre “Cómo comportarse en la multitud”, la leeré gustosamente. En tal caso, te pido por favor que me avisases, por si se me escapa la posible entrada. Y si no, puedes compartir tu opinión conmigo, es una obra de la que me gustaría hablar con alguien.

      Y por supuesto, muchísimas gracias por tan amables palabras Lidia. Y por favor no te cohibas a la hora de pasearte por aquí y dejar un comentario, uno de los placeres de publicar una entrada es la de leeros, por lo que deseo profundamente que en tu caso esa valentía que mencionas vuelva en más ocasiones.

      Un abrazo.

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  3. No tengo claro que este autor fuera a ser de mi gusto. Mi único intento de leer a Proust no alcanzó siquiera a la madalena…
    Pero esta frase me ha encandilado: «es la muerte quien da forma y sentido a la vida finita, revalorizando así cada momento vivido y cada recuerdo guardado»
    Gran entrada.
    Alberto Mrteh (El zoco del escriba)

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    1. Las comparaciones con Proust son muy peligrosas, puedo llegar a entenderlas en este caso pero con MUCHOS matices. Que no te guste Proust no significa que no te vaya a gustar Knausgard; y te lo dice un ferviente admirador del francés.

      Gracias por tus palabras, si te ha gustado esa frase puedes intentarlo cn ‘Mi Lucha’, ya que es Knausgard quien ha inspirado esa reflexión.

      Como siempre, un placer tenerte por aquí.

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  4. Hola John, acabo de terminar de leer «Mi Lucha». En busca de complicidad, mi emoción ha tropezado con tu blog y vaya si lo celebro. De aquí soy.
    Enhorabuena por la reseña, Karl Ove y tú han hecho de hoy un día muy especial.
    Soy arquitecto y admiro mucho a Álvaro Siza, arquitecto portugués que tras una trayectoria del calibre de la de Proust, un día dijo que su única aportación a la arquitectura había sido tomar la línea de sus maestros y llevarla al siguiente punto. Efectivamente hay muy pocos a la altura de Proust y la comparación podría ser engañosa, pero estoy convencido de que Knausgard, evidentemente influenciado por su mentor, ha llevado la disección de sí mismo por un camino paralelo al de Swann, pero lo hace aportando una nueva herramienta, una herramienta fascinante, «el fenómeno». «La muerte del padre» (y quiero pensar que los otros cinco libros también) te envuelve no de una forma aislada, lo hace en cambio del mismo número de maneras que la temperatura, la luz, el olor y sus cambiantes estados de ánimo provocan. Nada es genérico, todo es específico. Todo es moldeado por el infinito número de capas irrepetibles que conforman cada estímulo. Y es que consigue acercarse tanto a sí mismo que elimina toda distancia. Obviando su postura de observador Knausgard pasa directamente a fusionarse con lo que tiene delante, convirtiéndose en lo observado. Hoy es un gran día.
    De verdad, muchas gracias. Me quedo muy cerca, vaya descubrimiento.

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